El cantante lírico, que 50 años atrás debutaba en el máximo coliseo argentino cuando era una promisoria y joven figura en ascenso de la ópera internacional volvió sellar su pacto de amor con el público del Colón, donde no hubo ni pañuelos verdes, ni sanciones públicas, ni una mínima mirada indiferente o lejana por solidaridad de género, luego de las acusaciones de acoso y abuso sexual que se conocieron en 2019 en su contra.
Ese año varias cantantes líricas narraron diferentes situaciones de abuso de larga data por parte del tenor, que según los relatos aprovechaba su reputación para ello.
Aunque las denuncias nunca llegaron a los estrados judiciales, Domingo recibió una condena del Sindicato de Músicos de Ópera de Estados Unidos y debió renunciar a la dirección de la Ópera de Los Angeles, en octubre de 2019, luego de 16 años en ese cargo.
Ni las denuncias, ni las sospechas, ni una reputación herida, que Domingo fue restableciendo poco a poco en el último año, hicieron mella en el público del Colón, que ante la primera aparición del músico nacido hace 81 años en Madrid le tributó un fuerte y sentido aplauso, marcando la cancha desde el comienzo, poniéndose del lado del cantor lírico y lejos de las denuncias, ahora acalladas, pero que lo marcaron a fuego en años previos.
Domingo se presentó en el Buenos Aires junto a la brillante y fogosa cantante lírica uruguaya María José Siri y acompañado por la Orquesta Estable del Colón bajo la dirección del español Jordi Bernacer en un programa de arias solistas y a dúo e intermedios musicales instrumentales muy agradables, limpios, trabajados con delicadeza y sin exaltaciones aunque con profundidad y fibra.
Entre ellos, el bellísimo solo de violín del concertino Freddy Varela Montero en “Meditación”, fragmento de la ópera “Thais” de Jules Massenet.
El concierto arrancó con la obertura de “I vespri siciliani”, de Giuseppe Verdi y siguió con el emotivo ingreso del tenor y barítono para el aria “Nemico delia patria” de la ópera “Andrea Chénier” de Umberto Giordano (1867-1948) y continuó con la sustanciosa y trágica “La mamma morta” de la misma ópera, en este caso a cargo de María José Siri.
Luego de esto, un intermedio musical y más tarde tenor y soprano interpretaron el dúo del aria “Madamigielia Valery” de “la Traviata”, también de Verdi.
La segunda parte del concierto arrancó con una bella interpretación instrumental de la obertura “El corsario” de Berlioz y luego repitió esquema, con Domingo cantando el aria “O vin, dissipe la tristesse”, del “Hamlet” de Ambroise Thomas (1811-1896) para seguir con Siri en “Pleurez pleurez, me yeux” de “El Cid” de Jules Massenet (1842-1912).
Luego llegó la “Meditación” con el agradable destaque del concertino y cerró el programa oficial con el aria a dúo “Udiste?… Mira,d’acerbe” de “Il Trovatore” de Verdi (!813-1901), con lucimiento especial de Siri.
En los bises, generados por la efervescencia del público, se vio también algo particular y fue el canto en español y de zarzuela a cargo de los dos cantantes, donde Domingo descolló primero, luego fue el turno de Siri y un cierre conjunto con el dueto popular de “El gato montés”.
Bajo esta veta más ligada a la canción popular, a España y a los sentimientos simples, Plácido Domingo tuvo, quizás, la mejor performance de la noche.
Luego vino el cierre, con guitarra, dos bandoneones y orquesta de “Volver”, canción de Gardel y Le Pera que le puso broche a una noche donde el público decidió ponerse de un lado de la grieta que abrió el MeToo y tributar su amor por el cantante sin prestar atención a las denuncias que corroyeron su imagen.