Con una ceremonia solemne que reunió a autoridades eclesiásticas de todo el país, quedó inaugurado ayer el nuevo templo de la Iglesia Parroquial Nuestra Señora del Valle, tradicionalmente conocida como “La Cripta”, en avenida Laplace 5.786, de barrio Villa Belgrano.
El cardenal Ángel Rossi presidió el acto, acompañado no solo por obispos cordobeses, sino también por prelados de otras provincias y numerosos sacerdotes, en un marco de gran fervor comunitario. También estuvo presente el intendente de la ciudad de Córdoba, Daniel Passerini.
El templo, de arquitectura moderna y adaptado a los tiempos actuales, sorprendió por su diseño minimalista y la incorporación de tecnología, como códigos QR en todos los bancos para acceder a información litúrgica y pastoral.
La iluminación LED estratégicamente dispuesta destaca una gran puerta de ingreso compuesta por tres hojas, que combina funcionalidad y espiritualidad.
La ceremonia comenzó pasadas las 19, congregó a cientos de fieles de la zona, muchos de los cuales siguieron la celebración desde afuera debido a la gran convocatoria, demostrando el arraigo de esta obra en la comunidad.
La ceremonia incluyó una procesión hacia la rotonda de la Mujer Urbana, donde se bendijo la imagen de la Virgen del Valle. Al regresar al templo, los integrantes de la comisión que trabajó en pos del nuevo templo entregaron simbólicamente la iglesia al cardenal Rossi, quien depositó la imagen religiosa en su nuevo lugar.
Momentos especialmente emotivos se vivieron cuando los presentes corearon canciones que resonaron en el amplio espacio.
El obispo destacó el nombre “Nuestro Proyecto” de la obra, alineándose con el llamado del Papa Francisco a construir una Iglesia en “nosotros”, más que en “yo”. “Que este sea un espacio de oración, unidad y esperanza inquebrantable”, expresó el cardenal.
Un proyecto con historia y visión de futuro
La construcción de la Cripta fue un esfuerzo colectivo que se remonta décadas atrás. El primer párroco, el padre Monguillot, delineó el proyecto en sus inicios; y en 1967, el padre “Quito” Mariani retomó la idea formando una comisión protemplo.
Sin embargo, fue en 2017 cuando el proyecto cobró un nuevo impulso, respondiendo al crecimiento demográfico de la zona y a la necesidad de contar con un espacio accesible y seguro. Todo el proceso contó con la participación activa de agentes pastorales, vecinos y organizaciones comunitarias.
El diseño arquitectónico del templo, además de su simbolismo trinitario –con tres semicírculos que representan al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo–, incorpora líneas limpias, iluminación estratégica y materiales contemporáneos, alejándose de los estilos tradicionales, para ofrecer un ambiente de recogimiento pero con una identidad actual.
Los detalles tecnológicos se complementan con una acústica especialmente diseñada para mejorar la experiencia litúrgica, tanto para los párracos como para los fieles.
