El cambio antropogénico, el conjunto de modificaciones que la acción humana provoca en nuestro ambiente, contribuye al aumento de enfermedades infecciosas emergentes, que a su vez, se relacionan directamente con factores socioeconómicos, ambientales y ecológicos.
Una gran cantidad de estudios vienen demostrando que el riesgo de enfermedades infecciosas se ve modificado por los cambios en la biodiversidad, el cambio climático, la contaminación química, las transformaciones del paisaje y la introducción de especies foráneas.
Sin embargo, hasta el presente no estaba del todo claro qué factores del cambio global aumentan más las enfermedades, o en qué contextos se provocan cambios más significativos.
Parte de estas incertidumbres comienzan a dilucidarse con un estudio que se acaba de publicar en la revista Nature. La publicación reúne un conjunto de datos de la literatura que contiene 2938 observaciones de cuál es la respuesta de diversas enfermedades infecciosas a diferentes cambios en el ambiente.
En total, son 1497 combinaciones diferentes de huésped-parásito, incluidos huéspedes de todo tipo: vegetales, animales y, dentro de estos, por supuesto, los seres humanos.
Los cambios que enferman
El trabajo señala que cuando se pierde biodiversidad, o cuando aumenta la contaminación química, o cuando se profundiza el cambio climático, o cuando aumenta la introducción de especies foráneas en un ámbito determinado, en simultáneo aparece un aumento en los daños provocados por enfermedades.
De todos los parámetros estudiados, el único que redujo el impacto de las enfermedades es la urbanización. Los expertos señalan que esto último no es sorprendente, dado que precisamente el crecimiento de la población urbana trae aparejada la proximidad de los centros de cuidados y tratamiento.
A todas las especies por igual
Los autores también resaltan otra conclusión significativa de su trabajo. Los resultados observados, la influencia de las modificaciones antropogénicas sobre el impacto de las enfermedades, es similar para enfermedades humanas y no humanas.
Los hallazgos de este y otros estudios que van en el mismo sentido deberían ayudar a orientar los esfuerzos de vigilancia y gestión de enfermedades a través de decisiones gubernamentales, que podrían reducir aquellos impulsores del cambio global que aumentan las enfermedades.
Aunque parezca repetido, la acción política de los estados debería orientare a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, gestionar la salud de los ecosistemas y prevenir las invasiones biológicas y la pérdida de biodiversidad.
Estas medidas ayudarían a reducir la carga de enfermedades vegetales, animales y humanas, especialmente si se combinase con mejoras en los determinantes sociales y económicos de la salud y con procesos de planificación urbana.
Como se reitera en todas las cumbres internacionales, sobre desarrollo o ambiente o salud: los remedios son conocidos, lo que no aparece es la voluntad política para implementarlos.