Sociedad
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Nahia nació el martes, pero se porta bien. Se queja, pero poco. Sólo cuando tiene hambre. “Pero es tan hermosa. Es un cielo, perfecta”. La que habla es Paula Tomé, su madre. La mujer, de 37 años, luchó durante diez años para tener un hijo. Una enfermedad le impedía llevar un embarazo a término. Lo intentó de distintas maneras. Buscó alternativas, se practicó todos los estudios posibles, pero en un momento asumió junto a su esposo que no quedaba nada por hacer.
“Teníamos la decisión de ser padres, pero la vía biológica nos lo puso imposible”, explica ahora que el final de la historia es feliz. Allí apareció en escena “un ángel”, como Paula define a Laura García, su cuñada. Laura tiene 40 años y dos hijos de 3 y 5 años. Laura lo pensó mucho, lo conversó con Hernán, su esposo, el hermano de Paula. Una tarde la sorprendió a su cuñada con la idea que le rondaba por la cabeza: ofrecerle su vientre para concretar una gestación por subrogación. “Yo lo puedo hacer y los puedo ayudar”, les dijo.
“Nos explicaron que querían ayudar a mi hijo a llegar al mundo. Es el gesto más amplio y más enorme que una persona puede hacer por otra. La vida de mi hija no hubiese sido posible sin Laura”, insiste Paula.
Laura debió comentarle a sus pequeños hijos que “iba a prestarle la pancita a la tía para que tuviera un bebé”. “¿Están de acuerdo?”, les preguntaba.
Empezó entonces, en 2017, un recorrido que incluyó a la medicina y a la Justicia. Como en el país no está legislado el tema de la maternidad subrogada, no hay impedimento expreso, pero todo está ubicado en una zona gris. Sí está prohibido el alquiler de vientres.
El juez de Familia de la localidad santafesina de San Lorenzo, Marcelo Scola, tomó contacto con los padres, con la gestante y con sus hijos. Advirtió que detrás de esa historia había “un acto de amor y solidaridad absoluta”. Y autorizó que Laura pudiera ofrecer su vientre para que, en un proceso de fertilización asistida, se forme un embrión con el óvulo de Paula y el espermatozoide de Fermí, su esposo.
Recién con esa autorización comenzaron el recorrido médico. Laura tenía a su favor la edad –40 años, cuando el límite es de 42–, dos embarazos sin complicaciones y un estado de salud óptimo. Paula cuenta que esa parte de la historia fue sencilla. La historia médica le permitía recorrer el camino con ventaja. No hubo que hacer muchos intentos. “Todo fluyó”, como en un cuento, según explica Paula.